sábado, 9 de junio de 2012

EL CUERPO Y LA SANGRE DE CRISTO

LA EUCARISTÍA NOS CONGREGA, 
NOS UNE, 
NOS HACE HERMANOS Y HERMANAS.


Al contemplar el corazón de Dios, unidad de amor; al   

sentir sobre nuestro ánimo su aliento que nos empuja; 

podemos pensar que lo divino está tan lejos que sólo nos 

roza su presencia, que es inalcanzable para nosotros, 


pobres pecadores. Y es verdad.



Pero por amor gratuito, sin merecimiento alguno, esa 

distancia ha desaparecido desde que Dios asume nuestra 

carne en la persona de Jesucristo. Dios se hace humano 

en la debilidad de lo humano. En el cuerpo de Cristo, 

nuestra frágil naturaleza se ha convertido en camino 


hacia Dios.



Nada hay más sagrado que el cuerpo de una persona que 

va derramando su sangre a lo largo de la vida. Los 

cuerpos destrozados del mundo de tantos hombres y 

mujeres, víctimas de la barbarie y el despropósito, son 

hostias vivas, sacrificio santo. La sangre que ha regado 

y, desgraciadamente, sigue bañando campos de muertos, 

sobre los que se asientan el poder y la riqueza de los 


tiranos, es la señal de la nueva alianza.



El dolor de un pobre es la mejor custodia para el cuerpo 

de Cristo. Él sólo entiende de amor entregado, de pasión 


por el Reino, de fidelidad hasta el final.



“Haced ESTO es conmemoración mía”, entregaos como 


yo, amad como yo, morid como yo, vivid como yo.


Cuando extiendas tu mano o abras la boca para recibir el 

cuerpo del Señor, recuerda que no hay comunión sin 


entrega, sin amor que se ofrece y se regala hasta la 

extenuación; recuerda que el cuerpo del Señor no huele a 

perfume ni a cremas, sino a sangre derramada, a clavos y 

a heridas abiertas; recuerda que el cuerpo del Señor no 

inspira comodidad, seguridades materiales, bienestar y 

confort, sino sacrificio oblativo, amor que se desvive y se 

vacía.


Y recuerda que comulgar es construir tu persona en la 

persona de Cristo; que por las calles no pasea bajo palio 

la magia de un Dios oculto, sino el amor de Dios que se 

entrega al mundo para tú 

te entregues al mundo por 

Amor. (Autor desconocido)





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